Comunicarnos con nuestros hijos es algo con lo que muchos de nosotros luchamos. A menudo pensamos que la comunicación se trata solo de palabras, pero es mucho más que eso. Nuestros hijos se están conectando constantemente con nosotros a nivel del corazón, percibiendo nuestras emociones a través de nuestro lenguaje corporal, expresiones faciales, tono de voz e incluso cómo interactuamos con otros en su presencia. Por lo tanto, nuestro primer paso para fomentar una comunicación efectiva con nuestros hijos es trabajar en nosotros mismos: nuestra felicidad, paz, autoconfianza y amor propio. Cuando creamos un entorno seguro y equilibrado, nuestros hijos se sienten lo suficientemente seguros como para expresarse honestamente sin sentirse agobiados por el peso de nuestras emociones.

 

Los niños son increíblemente perceptivos. Si sienten que son responsables de la felicidad de sus padres, pueden volverse reacios a comunicarse honestamente. Necesitan sentirse libres y seguros para ser ellos mismos, sin temer que puedan alterar el mundo emocional de sus padres.

 

Dado este fundamento, hay varias maneras en que podemos usar las palabras para fomentar una comunicación abierta. Sin embargo, es crucial que estas palabras provengan de nuestro corazón. Si nuestras palabras no coinciden con nuestro estado genuino de ser, nuestros hijos lo notarán, lo que podría llevar a la desconfianza. Aquí tienes cinco preguntas conscientes para ayudarte a desarrollar una conexión más fuerte con tus hijos:

  1. «¿Cuáles fueron los momentos destacados de tu día?» Aborda esta pregunta con el mismo entusiasmo que un niño tiene al ver los mejores momentos del partido de su equipo favorito. Pregunta: «Vamos, ¿cuáles fueron los momentos destacados de tu día en la escuela?» y escucha verdaderamente su respuesta sin juzgar. Conéctate con las emociones que expresan, ya sea alegría, emoción o incluso frustración. Al evitar etiquetas como «bueno» o «malo», les permites compartir sus experiencias libremente.
  2. «¿Sabes qué me pasó hoy?» En lugar de preguntarles directamente, comparte algo interesante de tu propio día. Esto los anima a corresponder y compartir sus propias historias. Haz tu historia atractiva y muestra emociones genuinas. Podrías decir: «¡No vas a creer lo que me pasó hoy!» y luego pedir su consejo, sin importar su edad. Apreciarán que valores su opinión.
  3. «¿Cómo está tu amigo?» Preguntar sobre sus amigos demuestra que te importan las personas importantes para ellos. Esta pregunta es menos directa y no se siente como un interrogatorio. Ayuda a construir un vínculo entre ustedes porque su círculo social es una parte significativa de su mundo. Al mostrar interés en sus amigos, validas sus relaciones y experiencias.
  4. Pregunta sobre algo específico que recuerdes que iban a enfrentar ese día. Muéstrales que recuerdas detalles de lo que te contaron. Podría ser sobre un plato especial que estaban emocionados por probar, una actividad que habían planeado o una conversación que necesitaban tener. Al recordar estos detalles, demuestras que prestas atención a lo que es importante para ellos, fomentando un sentido de ser vistos y valorados.
  5. A veces, no preguntes nada. Simplemente está presente. Dales un beso, sonríe, haz una pregunta casual como, «¿Cómo fue tu día?» y luego simplemente estate con ellos. Haz un comentario sobre el clima, diles cuánto los extrañaste o lo guapos que se ven. Abraza el silencio potencial; a veces, los niños necesitan una presencia amorosa y tranquila más que palabras. Comparte experiencias, risas y afecto.

 

Cualquiera sea el enfoque que elijas, evita juzgar o dar una lección de inmediato. El objetivo es crear un espacio seguro donde tu hijo se sienta escuchado, valorado y libre para expresar su verdadero ser. Aunque asegúrate de realmente escucharlos, valorarlos y aceptarlos tal como son. Al hacer preguntas conscientes y estar presente, construyes una conexión más profunda y genuina con tu hijo, sentando las bases para una comunicación abierta y honesta.

 

Las expectativas de los padres suelen interponerse en la comunicación honesta. En lugar de evaluar lo que hacen nuestros hijos o cómo lo hacen, a menudo lo juzgamos en comparación con nuestras expectativas. Por ejemplo, si esperamos que nuestro hijo haga sus deberes bien y a tiempo, cualquier cosa que no cumpla con eso puede parecernos negativa o insuficiente. En lugar de abordar las situaciones desde la perspectiva de sus necesidades, a menudo nos centramos en que cumplan con nuestros estándares. Para conectarnos verdaderamente con nuestros hijos, debemos abrazar su singularidad y dejar de lado nuestras expectativas rígidas. Confía en su individualidad y libérate valientemente de la necesidad de controlar sus resultados, permitiéndoles crecer y expresarse libremente.

 

Por Lorena Bernal

Articulo utilizado en las revistas Families (Upon Thames) and Families (South West)